Era
un martes cualquiera de julio, hacía mucho calor para el invierno del año 2098.
Los chicos habían salido de trabajar y habían estacionado sus tablets ecovoladoras
en la puerta de la cervecería Judens.
Número
10, uno de los empleados más eficientes que tenía el bar les tomó el pedido vía
ósmosis, la nueva forma de comunicación que había sido importada de Alemania
oxiriental.
Ricardo,
luego de que la señora lo autorizara a ir a beber unas copas, tomó la posta y
pidió una “honey de manteca”, siguieron Javi y Gonzalito –ellos pidieron lo
mismo: cerveza roja acaramelada- todo lo hacían en conjunto, fruto del noviazgo
de seis meses que llevaban. Por último pidió Andrés: el rebelde del grupo, el
ambicioso y codicioso, la oveja negra (frase utilizada por el año 2000, según
historiadores): -una “soda cervecelada”.
El
motivo de la reunión era el anuncio que tenían que hacer la pareja del grupo.
Fue entonces cuando Javi anunció: -chiquis estamos tan enamorados que con Gonza
decidimos casarnos en diciembre-.
Ricardo
atormentado por los casamientos y el sueño americano frustrado que nunca pudo
cumplir, se puso muy contento porque sabía muy bien que Gonzalito una vez que
diera el “sí, acepto” quedaría embarazado rápidamente. Hasta se ofreció a ser
la madrina mágica de la boda y llevarle el vestido con la tablet voladora.
Todo
se complicó cuando Andrés dio su opinión. Se atragantó con las burbujas de la
soda cervecelada que había pedido y la escupió en el tarro receptor del
empleado 8 que estaba acomodando las aerosillas.
-No
se pueden casar ustedes. Van a echar por tierra todo por lo que venimos
trabajando. A parte vos Javier sos un mentiroso. Me decías que era tu amigo
beneficiario y ahora te vas a casar con Gonza que ni siquiera sabe cómo hacer
para fecundar.
Fue
ahí cuando Gonzalo se transformó, y le espetó el puño en el parietal derecho de
Andrés, donde tenía todas las emociones cognitivas. -Eres un miserable y
misógino, siempre quisiste ser amigo mío para acercarte a Javiercito. Pero hasta
acá llegamos quiero que te vayas de nuestras vidas.-
Javier
consternado por todo lo que estaba pasando, no supo más que quebrar en llantos
y pedir a gritos que no peleen. Las demás personas que estaban en Judens
miraban lo que estaba ocurriendo, los paparazis vía streaming transmitían en
directo la pelea.
Ricardo
que miraba la hora cada 10 minutos para no regresar tarde a su casa tuvo una
brillante idea –chicos por qué no nos rebooteamos y empezamos este encuentro
del día del amigo nuevamente.
Andrés
no quiso saber nada con la propuesta sugerida por Richard porque él sabía que
por más que lo reiniciaran 173 veces, -el número máximo al que podían exponerse
a los reboots- no iba a cambiar nada todo el amor que sentía por Javier.
Gonzalo
quiso terminar cuanto antes los festejos fallidos del día del amigo, por eso
llamó a Número 10 y le pidió la cuenta vía osmosis. Pagó lo de todos los
invitados porque tenía créditos ilimitados para gastar en 150 vidas.
Luego
cada uno salió en direcciones distintas, se subieron a sus tablets ecovoladoras
pero nunca notaron que Ricardo había dejado una nota en una servilleta
magnética, y al rato: era un martes cualquiera de julio, hacía mucho calor para
el invierno del año 2098. Los chicos habían salido de trabajar y habían estacionado
sus tablets ecovoladoras en la puerta de la cervecería Judens.
Comentarios
Publicar un comentario